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De la ‘Perra Gorda’ a las ‘Chistorras’: cuando el dinero tiene nombre y apellido (y no olor a chorizo)

Siempre he creído que las mejores historias se cuentan a fuego lento, con un buen café y una dosis de nostalgia. Pero a veces, la actualidad nos zarandea.

Estos días, los telediarios están llenos de una trama donde el dinero, ese objeto de deseo ancestral, ha adoptado nombres tan pintorescos como «lechugas», «folios» y, nuestro favorito, «chistorras». Una forma, digamos, creativa de nombrar billetes grandes.

Pero, sinceramente, a los que crecimos en el siglo pasado, este secretismo culinario nos da un poco de pena. Porque en nuestros tiempos, el dinero no necesitaba claves; ya tenía un nombre popular, sonoro y con gracia que todo el mundo entendía.

Hagamos un viaje nostálgico a la época donde el dinero era de metal, pesaba en el bolsillo y, sobre todo, se llamaba por su nombre y no por el embutido de turno.


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La saga de la Peseta: La moneda que hablaba

Antes del Euro, en España la moneda de curso era la Peseta, y cada una de sus fracciones y piezas grandes tenía un apodo cariñoso o, a veces, irónico. Estos nombres trascendieron gobiernos y épocas, convirtiéndose en parte de nuestra cultura oral.

1. Las «Perras» y el engaño del león

Esta es la historia de la moneda más querida (y a veces, la más humilde). Todo empezó con las acuñaciones del Gobierno Provisional de 1870:

  • La Perra Chica (5 Céntimos): La más pequeña y ligera. Su apodo venía de la figura de un león que aparecía en el reverso, sosteniendo el escudo de España. Con el desgaste, el león se deformaba y, a los ojos populares, parecía un perro mal dibujado.
  • La Perra Gorda (10 Céntimos): El doble de valor y, por lo tanto, la «gorda». Heredó el mismo apodo por la misma razón del león-perro. La expresión «no tengo ni una perra» no significaba no tener mascota, ¡sino estar completamente a dos velas!

2. El ‘Duro’: El caballero de la plata

Cuando hablabas de dinero serio, hablabas del duro.

  • El Duro (5 Pesetas): Originalmente, el Duro se refería a la moneda de plata de cinco pesetas. Su nombre venía de la antigua moneda de ocho reales de plata, que era conocida como «Peso Duro» (dura, fuerte). Era una pieza grande, valiosa y que daba peso real a tu cartera. Un duro te permitía muchas alegrías en el bar o en la feria.

3. La ‘Rubia’: El latón que brillaba

Avanzando en el tiempo, en 1937, apareció una peseta de latón (con fecha 1935, pero circulando más tarde) que tenía un color dorado muy característico.

  • La Rubia (1 Peseta): Esta moneda representaba a una mujer con una melena ondeante. El pueblo, rápido y simpático, la bautizó como «la Rubia» por su color amarillo-dorado. Un apodo que se mantuvo para muchas de las pesetas de color dorado que vinieron después.
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4. Otros apodos de la vieja guardia

  • La Lenteja: El apodo cariñoso que se le dio a la peseta de 1989 en adelante, una de las monedas más pequeñas jamás acuñadas en España, de aluminio.
  • El Billete de ‘Cinco Duros’: El billete de 25 pesetas (que ya no se acuñó en tiempos de Franco) era el equivalente a «cinco duros» y tuvo también vida en el lenguaje popular, antes de que llegaran las monedas de 200 y 500 pesetas, a las que ya se las llamaba por su valor facial.

De las «Perras» a las «Chistorras»: una cuestión de intención

La diferencia entre el argot antiguo y el moderno es abismal.

Nuestras Perras y nuestros Duros eran apodos nacidos de la observación popular, del día a día, de la interacción en el mercado. Eran nombres inclusivos, que entendía la abuela, el niño y el tendero. Un duro era un duro para todos.

En cambio, cuando hoy hablamos de que la corrupción usa «chistorras» (que la UCO interpreta como un paquete de 50.000 euros), «lechugas» o «folios» para nombrar el dinero en efectivo, el significado es lo opuesto: es un lenguaje codificado, secreto y excluyente. Está diseñado para ocultar, no para nombrar.

Mientras que la perra gorda nos recordaba que un león puede parecer un perro si lo miras mal, las lechugas nos recuerdan tristemente que el dinero opaco no se quiere nombrar directamente.


Conclusión Mentapoleo: rescatemos la memoria y la decencia

El dinero siempre ha sido un tema central en la vida, pero antes tenía una historia más noble, ligada al trabajo, y sus apodos eran un reflejo de nuestra picardía y cultura compartida.

Desde Mentapoleo.net, os invitamos a recordar esos nombres entrañables y a usarlos. Hablemos de duros y rubias con nostalgia, y dejemos las chistorras para la parrilla.

Porque al final, lo importante no es el nombre que le demos a la moneda, sino la transparencia con la que la ganamos y la utilizamos.

Y tú, ¿qué apodo recuerdas con más cariño? ¿Alguna vez le dijiste a tu abuela que no tenías ni una ‘perra chica’? ¡Déjanos tu recuerdo numismático en los comentarios!

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