Bienvenidos a «La Butaca de Mentapoleo», el rincón donde desempolvamos esas joyas cinematográficas que, por ley no escrita, deberían estar en el currículum de todo ser humano con acceso a una pantalla.
Para inaugurar esta serie, hemos elegido una obra que, más que una película, es una pregunta filosófica con neón, lluvia y gabardinas elegantes: ‘Blade Runner’ (1982).
Si aún no la has visto, te felicitamos. Estás a punto de experimentar un antes y un después. Si ya la viste, tómate un mentapoleo y acompáñanos a reflexionar por qué esta película de ciencia ficción sigue siendo tan vintage y tan actual a la vez.
Los Placeres de la Distopía
La película, dirigida por el maestro Ridley Scott (basada libremente en la novela de Philip K. Dick), nos planta en un Los Ángeles de 2019 que, curiosamente, se parece más a un Hong Kong eternamente mojado y con carteles luminosos que al 2019 que realmente pudimos vivir. Y ahí reside su magia.
‘Blade Runner’ no es el futuro limpio de los jets espaciales. Es un futuro sucio, abarrotado y melancólico. Un futuro que olía a comida callejera asiática, a humedad y a decadencia. Si te gusta el cine negro clásico (de ese en blanco y negro, con detectives cínicos), esta es su versión cyberpunk.
Harrison Ford es Rick Deckard, un «Blade Runner» cuya misión es retirar (eufemismo para eliminar) a unos replicantes (androides bioingeniería, indistinguibles de los humanos) que se han rebelado. Es decir, es un detective que caza inteligencia artificial con un toque de melancolía existencial.
El Secreto a voces: ¿Qué buscamos realmente?
La película es un viaje lento, atmosférico y obsesivo. Pero lo que la convierte en una obra de culto no es la acción (que la tiene, y es espectacular), sino la pregunta fundamental que te deja cocinando en el cerebro:
¿Qué nos hace humanos? ¿Son los recuerdos? ¿Es la capacidad de amar? ¿O es simplemente tener una fecha de caducidad?
Mientras Deckard persigue a estos replicantes que solo quieren vivir un poco más, tú te encuentras preguntándote si el replicante es él, si lo eres tú, o si el vecino de arriba que pone música de Bad Bunny es, en realidad, un robot averiado.
La película te invita a dejar de lado la trama de acción y a saborear la atmósfera y los dilemas de los personajes. Y lo hace con un estilo visual que, francamente, te hace desear que alguien te regale una gabardina impermeable para pasear bajo la lluvia de neón.
Advertencia Mentapoleo: prepara tu mente
Si buscas fuegos artificiales de Hollywood de principio a fin, esta no es tu película. ‘Blade Runner’ es una película que exige paciencia y una buena compañía (de snacks).
- El Tono: Es más una meditación que una persecución.
- El Misterio: La película tiene varias versiones (la versión del Director es la más reverenciada), y cada una siembra una duda diferente. El debate sobre el final y sobre la naturaleza de Deckard es el que ha mantenido a los cinéfilos discutiendo desde 1982. No busques la respuesta en Google, ¡búscala en la pantalla!
Si hay una película que todo aficionado a Mentapoleo debe ver es esta. Porque te enseña que hasta en el futuro más avanzado, los problemas son siempre los mismos: la búsqueda de un propósito y el deseo de vivir un poco más.
Y tú, que ya la viste, ¿cuál fue el momento o el detalle que te obligó a verla una segunda vez? Y si nunca la has visto, ¿qué te da más miedo de ese futuro tan pasado de moda? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!
